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Introducción Arte Romano en sus distintas modalidades

INTRODUCCIÓN

Introducción al arte romano
Introducción al arte romano

La civilización romana se extiende desde el siglo VIII a. C. hasta el siglo V d. C. Sin embargo, el arte romano tiene su auge desde fines del siglo I a. C. hasta el primer siglo de nuestra era. Su decadencia tuvo lugar en el siglo cuarto.

El arte de Roma, por otra parte, tuvo influencias de otras civilizaciones: la etrusca y la griega. Esta última tuvo varias causas determinantes: la translación de su arte (desde Atenas a Roma) y el resplandor alcanzado por éste en Grecia, la instalación de los artistas griegos en Italia, la imitación de los órdenes griegos y el hurto de las obras del arte griego por parte de los romanos.

coliseo romano
Coliseo Romano

El arte romano es sus distintas  modalidades

Arquitectura romana

La arquitectura romana empleaba de manera constante varios elementos característicos: la bóveda, el aparejo etrusco, entre otros. Se reforzaron los soportes verticales, se eliminaron las columnatas internas y se varió la composición de los planos. El más frecuente fue el plano circular.


La arquitectura posee particulares tales como la búsqueda de la utilidad, la grandeza material, la búsqueda de la fuerza, la afirmación del carácter y la impresión de duración (a diferencia del arte griego, que sólo buscaba la belleza, las proporciones y la búsqueda de la forma). Para los romanos, el arte no era más que un instrumento, un modo de asegurar su imperio…


Los principales monumentos del arte romana son: los Templos, las Basílicas –edificios destinados a reuniones de negocios–, las Termas, los Anfiteatros, los Circos, los Teatros –con peculiaridades como la falta de carácter religioso, la amplitud de la tribuna, etcétera–, los Acueductos, los Puentes, los Caminos, el Foro –plaza pública rodeada de pórticos y edificios religiosos y civiles– los Palacios y las Tumbas.


Se imitaron, además, órdenes griegos: el dórico se transformó en toscano (sin estrías, cuyo capitel se complicó con anillos), el jónico (con capitel reducido en la altura), el corintio (el más empleado, con capitel decorado con el acanto blando y a veces con hojas de olivo) y el entablamento corintio (cargado de molduras y bajorrelieves esculpidos). Hubo una creación romana, el orden compuesto, que era una mezcla del orden corintio y del jónico. La ordenanza romana poseía varias particularidades: la superposición de órdenes, el empleo de la arcada y las columnas yuxtapuestas a la arcada.


Las casas romanas, caracterizadas por la existencia de un patio o atrium, no tenían chimeneas ni decoraciones, había pinturas sobre las paredes de las salas, fuentes de mármol, partes de mosaico, un pequeño “altar” para los dioses del hogar (llamado tablinum), dormitorios, un comedor, etcétera.

Arena de Verona
Arena de Verona

Escultura romana

La escultura griega tuvo una gran influencia sobre la romana. La misma conformaba las distintas escuelas entre los romanos: la Escuela Asiática (escultores de Asia Menor), la Escuela Ática y la Escuela Arcaica (llamada de Pasiteles).


Los distintos géneros de la escultura de estilo romano fueron: las estatuas mitológicas y alegóricas, los retratos (en busca de la verdad y la semejanza), los bajorrelieves históricos y los monumentos funerarios. Esta última consistía en retratos del difunto en un medallón, motivos ornamentales, representaciones del oficio del difunto, imitaciones de las pinturas de Pompeya y escenas de leyendas helénicas (alusiones a la muerte).

Augusto de Prima Porta
Augusto de Prima Porta

Pintura romana

Con respecto de la pintura romana, se destaca que en los principios la imitación por el color y en engaño de relieves arquitectónicos era clara, característica perdida más tarde, pues no existió más verosimilitud, se falseó la perspectiva,  etcétera.


El arte fue frívolo, gracioso, imaginativo y fantasioso. Se representaron escenas mitológicas; los ornamentos pequeños fueron más numerosos.

Pinturas de Pompeya
Pinturas de Pompeya

Arte decorativo romano

Por otra parte, el arte decorativo se favoreció con el progreso de la riqueza y el lujo romano. Los ornamentos eran griegos, pero más cargados. El acanto romano tenía hojas carnosas, cortas y anchas.


El mosaico poseía dos géneros: el geométrico y el pintoresco (esta última era una reproducción de perspectivas y de cuadros).


La ornamentación era de metal, los pies de los muebles estaban hechos de discos superpuestos, las mesas poseían formas variadas (con pies en forma de patas de león) y las sillas tenían un respaldo inclinado y redondeado.
Por otro lado, en el arte de Roma se destacan también la orfebrería, las monedas (soberbias con efigies y retratos), la joyería, la cristalería y la cerámica.

Mosaico Romano
Mosaico Romano

Arte romano – Ensamble de Ideas – Copyright MMXXII.

El arte político según Berni en la Década Infame.
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El arte político según Berni
Antonio Berni (Rosario, 14 de mayo de 1905 – Buenos Aires, 13 de octubre de 1981)

Antonio Berni y el arte político a través de sus obras en la década infame.

Antonio Berni (1905 – 1981) es uno de los más destacados artistas de esta época y ha dejado un increíble legado de pinturas que enfatizan su postura izquierdista durante los diferentes gobiernos de la década del 30.

Si el hombre es, por naturaleza, un animal político, Antonio Berni supuso que «todo arte y todo artista son, en última instancia, políticos»; o, por lo menos, que «todo arte admite también una lectura política», según dijo alguna vez. La multiforme y vasta obra de Berni constituye un exponente incuestionable de arte político. Muchas de las fuentes a las que hemos accedido comparten la idea de que Antonio Berni es uno de los grandes maestros que dieron origen al arte político. Debido a esto, consideramos importante el siguiente afirmación que el mismo pintor ha pronunciado: «En mi caso, lo reconozco, pienso que la lectura política de mi obra es fundamental, que no se la puede dejar de lado, y que si se la deja, no puede ser comprendida a fondo; es más, creo que una mera lectura esteticista de mi obra sería una traición».


Esto es sólo una introducción al verdadero concepto de arte político, que aquí explicaremos, en relación con la obra de los más destacados pintores que expusieron la realidad social de la década infame en sus pinturas. El arte político no es, entonces, una forma de propaganda realizada a favor de algún partido político, una ideología o un gobierno. El arte político cuestiona y exhibe según las vivencias del artista la mencionada realidad social: toda actitud y todo comportamiento que incida y recaiga sobre las estructuras generales, mentales e instituciones de una sociedad es acción política y puede desarrollarse y reflejarse en el arte de la época, por el simple hecho de que el artista lo percibe y refleja su mundo interior en el arte.

"Manifestación" de Antonio Berni
El arte político según Berni
“Manifestación”, de Antonio Berni. Fecha: 1934. Técnica: Temple sobre arpillera. (1.8 m x 2.495 m)


Estos son las bases del “arte de lo político”. Berni al explicar sus obras que sintetizaron de manera subjetiva el drama social de la llamada “Década Infame”, expresó las palabras que abrieron el presente trabajo: «Sucede que en un país como el nuestro, el desarrollo de la pintura no puede estar desligado del desarrollo general de la sociedad. Sin un desarrollo integral, no hay pintura desarrollada. (…) En esa época yo pensaba –y lo sigo sosteniendo–, que la función del intelectual es esclarecer las conciencias. No es que el intelectual o el artista sean decisivos en la economía o en la política, pero forman parte.»

Diremos entonces que, según Berni, el arte debe estar comprometido a reflejar, de algún modo, la realidad que circunda al artista.


«Sucede que en un país como el nuestro, el desarrollo de la pintura no puede estar desligado del desarrollo general de la sociedad.» Antonio Berni (1905 – 1981).

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Críticas de la Iglesia Católica al liberalismo y al marxismo en CENTESIMUS ANNUS de Juan Pablo II

Centesimus Annus, de Juan Pablo II y sus críticas al marxismo y al liberalismo

En el siguiente fragmento se exponen los argumentos por los cuales la Iglesia, en la Encíclica CENTESIMUS ANNUS de Juan Pablo II, defiende el derecho a la propiedad privada. Esto, desde un punto de vista comparativo, contradice al ideal marxista. El pensamiento marxista asevera que el hombre se encuentra “alienado económicamente” por esta propiedad privada.

(…) León XIII afirmaba enérgicamente y con varios argumentos el carácter natural del derecho a la propiedad privada, en contra del socialismo de su tiempo. Este derecho, fundamental en toda persona para su autonomía y su desarrollo, ha sido defendido siempre por la Iglesia hasta nuestros días. Asimismo, la Iglesia enseña que la propiedad de los bienes no es un derecho absoluto, ya que en su naturaleza de derecho humano lleva inscrita la propia limitación.                   [31.1]

 

(…) Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. (…) Ésta, por su misma fecundidad y capacidad de satisfacer las necesidades del hombre, es el primer don de Dios para el sustento de la vida humana. Ahora bien, la tierra no da sus frutos sin una peculiar respuesta del hombre al don de Dios, es decir, sin el trabajo. Es mediante el trabajo como el hombre, usando su inteligencia y su libertad, logra dominarla y hacer de ella su digna morada. De este modo, se apropia una parte de la tierra, la que se ha conquistado con su trabajo: he ahí el origen de la propiedad individual. Obviamente le incumbe también la responsabilidad de no impedir que otros hombres obtengan su parte del don de Dios, es más, debe cooperar con ellos para dominar juntos toda la tierra.                                             [31.2]

 
El siguiente fragmento representa un claro ejemplo de la postura opuesta, en las palabras episcopales de León XIII, a las ideologías marxistas y liberales, respecto de las sociedades contemporáneas. Corresponde a las “alienaciones” propuestas por Marx de carácter social, político y religioso.

(…) León XIII escribía: ‘La solución de un problema tan arduo requiere el concurso y la cooperación eficaz de otros’. Estaba convencido de que los graves problemas causados por la sociedad industrial podían ser resueltos solamente mediante la colaboración entre todas las fuerzas. Esta afirmación ha pasado a ser un elemento permanente de la doctrina social de la Iglesia, (…).                             [60.1]
El Papa León XIII, sin embargo, constataba con dolor que las ideologías de aquel tiempo, especialmente el liberalismo y el marxismo, rechazaban esta colaboración. Desde entonces han cambiado muchas cosas, especialmente en los años más recientes. El mundo actual es cada vez más consciente de que la solución de los graves problemas nacionales e internacionales no es sólo cuestión de producción económica o de organización jurídica o social, sino que requiere precisos valores ético-religiosos, (…). La Iglesia siente vivamente la responsabilidad de ofrecer esta colaboración (…).                                                                                 [60.2]

 
El siguiente fragmento corresponde a la postura de la Iglesia en contra de la ideología liberal económica.

Da la impresión de que, tanto a nivel de Naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado sea el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son ‘solventables’, con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son ‘vendibles’, esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas. Además, es preciso que se ayude a estos hombres necesitados a conseguir los conocimientos, a entrar en el círculo de las interrelaciones, a desarrollar sus aptitudes para poder valorar mejor sus capacidades y recursos. (…).                                                                                                [34.1]

 
A continuación, un fragmento evidencia nuevamente la oposición al marxismo, pero en este caso se tocará la base del mismo: el materialismo, tomado de Feuerbach.

Otra forma de respuesta práctica, finalmente, está representada por la sociedad del bienestar o sociedad de consumo. Esta tiende a derrotar al marxismo en el terreno del puro materialismo, mostrando cómo una sociedad de libre mercado es capaz de satisfacer las necesidades materiales humanas más plenamente de lo que aseguraba el comunismo y excluyendo también los valores espirituales. En realidad, si bien por un lado es cierto que este modelo social muestra el fracaso del marxismo para construir una sociedad nueva y mejor, por otro, al negar su existencia autónoma y su valor a la moral y al derecho, así como a la cultura y a la religión, coincide con el marxismo en el reducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico y a la satisfacción de las necesidades materiales. [19.5]

Karol Józef Wojtyła
Papa Juan Pablo II (Wadowice, Polonia, 18 de mayo de 1920-Ciudad del Vaticano, 2 de abril de 2005)

Críticas a las ideas marxistas acerca de la propiedad privada en la Encíclica «Rerum Novarum» de León XIII.
PROPIEDAD PRIVADA:

Preciso es descender concretamente a algunos casos particulares de la mayor importancia. Lo más fundamental es que el gobierno debe asegurar, mediante prudentes leyes, la propiedad particular. De modo especial, dado el actual incendio tan grande de codicias desmedidas, preciso es que las muchedumbres sean contenidas en su deber, porque si la justicia les permite por los debidos medios mejorar su suerte, ni la justicia ni el bien público permiten que nadie dañe a su prójimo en aquello que es suyo y que, bajo el color de una pretendida igualdad de todos, se ataque a la fortuna ajena. Verdad es que la mayor parte de los obreros querría mejorar su condición mediante honrado trabajo y sin hacer daño a nadie (…).                                                                          [30]

 
FUENTES
 

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Conflictos entre Argentina y Chile por la obtención de tierras australes.
Conflictos entre Argentina y Chile por tierras australes.
Conflictos entre argentinos y chilenos por la obtención tierras australes.

INTRODUCCIÓN

El espacio geográfico de la Argentina moderna fue el hecho que atrajo numerosos conflictos limítrofes con Chile. Las relaciones entre ambos países constantemente permanecieron marcadas por las disputas de orden económico, político y militar. Para solución de ello, ambos países contiguos han firmado diversos tratados durante aproximadamente dos siglos. Comprender las tensiones que se han dado alrededor de ella es entender una parte significativa de nuestra historia. La presente investigación se apoya en los hechos de la historia argentino-chilena para realizar un análisis de la política y economía argentina –así también como un razonamiento en el aspecto militar– con respecto de Chile.


La investigación se basa específicamente en diversos materiales, tales como fascículos de historia argentina que integran la edición de periódicos latinoamericanos, enciclopedias didácticas, sitios de Internet especializados en la materia, citas bibliográficas y comprensión de las mismas, etcétera.

Conflictos entre Argentina y Chile por la obtención de las tierras australes


Hacia mediados y fines del siglo XIX, el gobierno de la Confederación Argentina comenzó a percibir con mayor interés las tierras de la Patagonia y se preocupó por poblar la región tal como lo hacia el país trasandino –es decir Chile– desde tiempos antes debido al asentamiento, en 1843, de un establecimiento conocido como Fuerte de Bulnes[1], instaurado por Manuel Bulnes[2] ante la posibilidad de que Francia o Inglaterra tomaran posesión del Estrecho de Magallanes (Chile había podido consolidar la unidad y el orden interno y en poco tiempo había comenzado un proceso de ocupación efectiva y eficaz de extensos territorios tanto al norte como al sur del país, apoyado por el ejército y su campaña contra los pueblos amerindios mapuches y en el aporte de inmigrantes provenientes del territorio de Europa a quienes se les ofreció los suelos de su país, con grandes facilidades por parte del gobierno, a fin de explotarlos). La Confederación, por su parte generó potentes protestas debido a la fundación de esta institución, por considerarlo como “un ataque a la integridad del territorio argentino y su derecho de soberanía territorial”[3].


Los decidores argentinos veían a la Patagonia como muy importante fuente proveedora de lana y carne ovina (los cuales se habían convertido para la época en los principales productos de exportación al continente europeo y en grandes generadores de divisas). Otro punto lo constituía la posibilidad de obtener una salida hacia el océano Pacífico. La cual abriría una vía de comunicación importantísima y cortaría “de raíz” las ambiciones chilenas sobre el estrecho.


En Chile, la importancia radicaba no tanto en la Patagonia sino en el Estrecho de Magallanes y en la Isla Grande de Tierra del Fuego, que eran contemplados por la ciudad de Santiago como cuestión de seguridad nacional por lo que había que obtener el control total de la superficie para asegurarse una directa comunicación al océano Atlántico. En cambio, la primera significaba más bien un acceso a mejores tierras y recursos, y también un canal hacia el océano Atlántico, aunque no de una importancia vital como la constituía el estrecho de Magallanes.

El estrecho de Magallanes.


Las relaciones entre ambos países habían llegado casi al estancamiento. Se cerraron algunos tratados en 1877 y 1878 pero la rigidez de las posturas de los actores no hizo más que polarizar la situación y aumentar las tensiones. El poco avance en las negociaciones para un arreglo pacífico y la ruptura de relaciones diplomáticas, despertaron el interés de los participantes por solicitar la mediación de Estados Unidos. Fue el gobierno chileno quien por intermedio del gobernador norteamericano en su país Thomas O. Osborn, expresó su deseo de negociar. Éste tomó contacto con su colega en Buenos Aires, Thomas A. Osborn, y le acercó una serie de propuestas de los dirigentes chilenos con la intención de que fueran analizadas por las autoridades de la Casa Rosada y sirvieran como base para una futura ronda de negociaciones. Entre las propuestas se encontraban:

  • Someter la cuestión tal y como estaba planteada en el Tratado de 1855 (Uti Possidetis Juris[4] de 1810).
  • Ceder al árbitro el poder de formular la cuestión a ser determinada.
  • Ceder al presidente norteamericano la facultad de determinar la forma de la cuestión a realizarse.
Julio A. Roca

Las propuestas fueron presentadas a Julio Argentino Roca [1843 – 1914] y su gabinete. Se decidió rechazar el recurso al arbitraje[5] para toda el área ya que Argentina consideraba que la Patagonia estaba fuera de cualquier discusión. Chile había reconocido en acuerdos anteriores la soberanía Argentina sobre dicha zona.

Chile contrapuso la propuesta argentina y sentaron las bases para un nuevo acuerdo, por el cual se trazaría una línea divisoria de aguas (Divortium Aquarum) en la cordillera, en la latitud 52º sur hasta los 70º longitud oeste y desde allí otra línea con dirección al sur hasta el Cabo Vírgenes. Todas las tierras situadas al norte de esa marca y la Isla de los Estados serían para la Argentina y las que se encontraran al sur, para Chile.


Así buscó sellar definitivamente un acuerdo con la Casa Rosada, aunque seguía firme en su postura de no partir la Tierra del Fuego. Thomas A. Osborn comunicó a su par, que Argentina insistía en que se respetara el Tratado de 1876 y se dividiera el archipiélago fueguino según lo estipulado entre Barros Arana e Irigoyen. Finalmente después de varias idas y venidas Chile aceptó la neutralización y desmilitarización del Estrecho de Magallanes propuesta por Buenos Aires, y ésta hizo lo propio con la partición de Tierra del Fuego que los chilenos habían acercado.


El 23 de julio de 1881 se firmó en la capital argentina el tratado que pondría un punto final a los conflictos limítrofes entre ambos países. El texto estipulaba lo siguiente:


“La cordillera de los Andes de norte a sur hasta el paralelo 52º de latitud como límite entre Argentina y Chile. La línea fronteriza debía correr por las cumbres más elevadas que dividen aguas y por entre las vertientes que se desprenden a uno y otro lado. En el norte del estrecho de Magallanes, el límite estaba formado por una línea que, partiendo de punta Dungeness, tocaba el monte Dinero y el monte Aymond hasta llegar a la intersección del meridiano de 70º con el paralelo 52º, de aquí seguía el oeste la línea de este paralelo hasta el Divortium Aquarum de los Andes. Los territorios que quedaban al norte pertenecían a la Argentina y los del sur a Chile. Con esto el gobierno argentino reconocía la soberanía chilena sobre el estrecho de Magallanes y el chileno aceptaba los reclamos argentinos sobre la Patagonia”.


En ambos países limítrofes se dieron manifestaciones a favor y en contra de la firma de este acuerdo.
Por el lado de Chile ciertos políticos pusieron objeciones a la desmilitarización del estrecho, ya que éste era de vital importancia para los intereses del país pero el rechazo a esta cláusula del tratado hubiera endurecido la postura de ambas naciones y se habría quedado sin lo que más deseaba, la conexión entre los dos océanos, la llave al Atlántico y se hubiera hallado encerrada en el Pacífico, con un estrecho taponado y controlado por Argentina.


Por otro lado, aun en 1881 el país se encontraba en guerra con Bolivia y Perú y necesitaba evitar abrir un segundo frente de combate al oeste. Chile obtuvo lo siguiente:

  • Reconocimiento de su soberanía sobre parte del estrecho y la isla de Tierra del Fuego.
  • Paz con Argentina, muy importante ya que daba fin a las posibilidades de un enfrentamiento bélico.
  • Consolidación del frente norte que, desde ese instante le allanaría el camino para orientar todos sus esfuerzos y recursos a obtener una clara ventaja sobre sus enemigos. La política de expansión seguiría su curso aunque luego desembocaría en otro conflicto con Argentina por Punta del Atacama.

El gobierno argentino presentó el tratado como un triunfo de la diplomacia del país, porque Chile renunciaba a la Patagonia y por medio de ella a una salida al océano Atlántico. Así se afirmaban las posiciones tomadas luego de la Campaña del Desierto[6] y esa gran cantidad de tierra se incorporó efectivamente al territorio nacional.

Los partidarios del mantenimiento de la paz y los productores agropecuarios defensores del libre comercio habían triunfado una vez más sobre quienes defendían una postura de política de poder y exigían un trato más severo con la vecina nación. A pesar de haber llegado a un arreglo pacífico y de que las relaciones hayan vuelto a la normalidad luego de 1881, no pasaría mucho tiempo para que comenzaran a verse el horizonte nuevos inconvenientes, esta vez relacionados a la ambigüedad de ciertos términos del tratado en lo que se refería al criterio de división de la cordillera y a la demarcación de la frontera.
 

Litigio sobre la división de la cordillera y la demarcación de la frontera

limite cordillerano entre Argentina y Chile
Límite cordillerano entre ambos países – PH: elterritorio.com.ar [note] en: Un día como hoy…Argentina y Chile reconocen la Cordillera de los Andes como límite, jueves 18 de enero de 2018 en https://www.elterritorio.com.ar/noticias/2018/01/18/565175-un-dia-como-hoyargentina-y-chile-reconocen-la-cordillera-de-los-andes-como-limite [/note]

Cordillera Argentina

Según lo estipulado en el convenio, la línea demarcatoria correría por las más altas cumbres que dividían aguas. El problema era que al sur del paralelo 40º la particular configuración de la cordillera de los Andes era tal, que no siempre las más altas cumbres coincidían con la divisoria de aguas.
En conflicto se centró en la interpretación que cada gobierno dio a aquel artículo. En la Argentina, la demarcación debía realizarse de acuerdo al criterio de las más altas cumbres, independientemente de si dividían o no aguas. Pero en Chile, el criterio del Divortium Aquarum era el que tenía mayor validez.


De haber prevalecido el primero seguramente la frontera se ubicaría mucho más al oeste y hasta quizás podría darle a la Argentina, a la altura de Puerto Natales, una salida al océano Pacífico. En cambio la postura chilena representaba un avance significativo de los límites al occidente.


Una serie de conflictos en la zona hacia 1881 y 1883, entre los que se encontraban ciertas incursiones tanto del ejército argentino como del chileno, alertó a los gobiernos y los obligó a sentarse a negociar nuevamente para tratar de hallar una solución que sellara definitivamente el problema limítrofe.
Al mismo tiempo que los representantes prevalecientes del problema cerraban posiciones en torno al criterio de delimitación y se negaban a discutir, comenzaron a buscar alianzas con otros países de Sudamérica con el objeto de presionar al otro y obligarlo a ceder. Argentina inició a fines de 1889 un acercamiento al Brasil que puede verse claramente en la primera Conferencia Panamericana de ese año. Ambos países presentaron para su discusión una propuesta de arbitraje que afirmaba lo siguiente:
“El arbitraje internacional es un principio del derecho público americano al que las naciones reunidas en esta conferencia adhieren, por decisión, no sólo para resolver cuestiones referentes a límites territoriales, sino también respecto de todas aquellas cuestiones en las que el arbitraje es compatible con la soberanía”.


Los chilenos reaccionaron con hostilidad y temor, ya que se ponían en peligro los planes respecto del área del océano Pacífico y se daba a Bolivia y Perú la oportunidad de reprobar públicamente la actitud chilena y les permitía sumar adherentes a su causa.
La propuesta fue aprobada por unanimidad y los diplomáticos chilenos se vieron imposibilitados de impedirlo.


En 1891, un conflicto diplomático entre Chile y Estados Unidos por el desembarco de la tripulación del vapor norteamericano Baltimore en el puerto de Valparaíso (Chile), dio la posibilidad a la Argentina de propiciar un acercamiento a este último país, destinado a fortalecer la posición negociadora del gobierno con respecto a su vecino, sacando ventaja de la debilidad del mismo.


Argentina aprovechó también la situación para ocupar efectivamente el terreno como forma de obtener control. Fundó asentamientos y otorgó concesiones a aquellos interesados en iniciar actividades productivas en la Patagonia. Todo esto como consecuencia del extraordinario crecimiento de la economía durante las últimas décadas del siglo XIX.


En 1893 se firmó un protocolo aclaratorio conocido como Errázuriz-Quirno Costa por el cual la Argentina renunciaba a tomar posiciones en el océano Pacífico y Chile en el Atlántico y se convinieron algunos puntos con relación a la Isla Grande de Tierra del Fuego. Por lo demás, este protocolo no consiguió eliminar las imprecisiones del tratado anterior.


Hacia fines de siglo, estos países habían avanzado poco y nada en los trabajos de delimitación en la zona dada la falta de acuerdo entre los ingenieros de uno y otro lado. El desacuerdo llevó a las autoridades a firmar otro protocolo en 1896 en el que ambos gobiernos recurrían al arbitraje de Inglaterra como forma de establecer criterios que permitieran finalizar las tareas de demarcación.

cordillera de los andes
La demarcación de límites cordilleranos entre ambas naciones siempre fue muy discutida – PH: geoenciclopedia.com [note] en https://www.geoenciclopedia.com/cordillera-de-los-andes/ [/note]

Los sectores belicistas de cada nación reclamaban la puesta en marcha medidas más duras; incluso algunos pedían abiertamente el uso de la fuerza. Como consecuencia de estas presiones, tanto argentinos como chilenos se encaminaron hacia una carrera armamentista que estuvo a punto de llevarlas a la guerra.

Ambos países encargaron la construcción de grandes buques y acorazados a astilleros de Europa y Estados Unidos, con esta política intentarían quebrar el equilibrio de poder de la región a favor suyo. La cuestión limítrofe quedaba en un segundo plano. Lo cierto es que para hacer frente a la escalada armamentística, debieron endeudarse muy fuertemente, lo que provocó consecuencias de tipo económico y financiero como la crisis de 1890 en Argentina.

Las cosas llegaron a tal punto de tensión, que el presidente chileno Federico Errázuriz creyó oportuno negociar directamente con Roca una solución a las controversias. Sus gestiones dieron como resultado la “Conferencia del Estrecho” el 15 de febrero de 1899 entre los dos jefes de estado en la región de Magallanes.


La solicitud de mediación a Londres y el fallo Buchanan sobre Puna del Atacama. La solicitud de arbitraje británico se produjo formalmente el 23 de noviembre de 1898, a lo que el Foreign Office (Oficina de Asuntos Extranjeros) respondió que la reina Victoria (gobernó Inglaterra durante 64 años, entre 1837 y 1901) aceptaba mediar en la disputa que sostenían argentinos y chilenos. Evidentemente los intereses británicos en región llevaron al gobierno a aceptar la solicitud dado que una guerra hubiera dañado o bloqueado el comercio de esta nación con los dos países que constituían los principales receptores de manufacturas ingleses en Sudamérica y a su vez, se habían convertido en fuentes importantes de productos primarios para el Imperio. Argentina con sus carnes y cereales y Chile con sus minerales.

El fallo sin embargo, no se conoció hasta 1902. Los británicos se tomarían su tiempo antes de llegar a una decisión. De aquí en más la tensión iría disminuyendo de intensidad y los gobiernos se pusieron a trabajar para encontrar un acuerdo definitivo, que culminaría con la firma de los Pactos de Mayo en 1902 (Tratado de Equivalencia Naval, Paz y Amistad).La negociación que dio lugar a los pactos no fue sencilla porque ambos países tenían todavía ciertos recelos mutuos con relación a los verdaderos intereses que cada uno de ellos poseía.


Antes de llegar a un acuerdo, el gobierno argentino procuró poner en el tapete la cuestión de la limitación de armamentos que tantos dolores de cabeza y dinero les había costado. Por su parte, los chilenos indicaron que se negarían a firmar cualquier tratado en el que no estuviera especificada una cláusula por la cual Argentina debía comprometerse a no intervenir en los asuntos del Pacífico.


Luego de arduas discusiones, el 28 de mayo de 1902 el canciller chileno José F. Vergara y el embajador argentino en Santiago José A. Terry firmaron en la capital transandina los llamados Pactos de Mayo.
Los mismos constaban de cuatro cuerpos principales:Acta o Cláusula Preliminar por la cual los argentinos renunciaban a cualquier tipo de política expansionista en el Pacífico.

Tratado General de Arbitraje por el que se designaba al gobierno británico como mediador.

Convención sobre Limitación de Armamentos Navales. Los gobiernos argentino y chileno renunciaban a la adquisición de los acorazados que estaban en construcción y se comprometían a disminuir sus escuadras.

Acta de solicitud al árbitro de fijación de los hitos demarcatorios.

La firma del tratado generó grandes expectativas a ambos lados de la cordillera ya que significaba el fin de los conflictos limítrofes entre estas naciones, aunque no faltaron quienes criticaron la debilidad de la diplomacia argentina por haber cedido a las presiones del gobierno de Santiago. Solo había que aguardar el fallo inglés. Así mismo, fue bien recibido en Europa y sobretodo en los EE.UU., especialmente en lo que se refiere al acta de limitación de armamentos, ya que constituía el primer intento exitoso de reducción de armamentos en el mundo.

A pocos meses de la firma del tratado, el 20 de noviembre de 1902 se conoció por fin el laudo de la Corona. El mismo fue comunicado por el rey Eduardo VII (Victoria había fallecido en 1901 con lo que se atrasó la resolución) por intermedio del Foreign Office. Los argentinos recibirían algo menos de 40.000 km. cuadrados de la zona en disputa y Chile alrededor de 55.000 km. cuadrados. El gobierno de su Majestad otorgaría la asistencia técnica necesaria para cumplir con lo que faltaba de la demarcación del territorio.
Si bien era cierto que la Argentina recibía menos territorio que Chile, la mayor parte adjudicado a éste estaba constituida por montañas áridas y no había más de 1000 kilómetros medianamente útiles. Sin embargo los gobiernos coincidieron en reconocer el fallo.


De todas maneras los conflictos resurgieron en 1904 en torno al canal de Beagle y otras islas al sur del mismo.
 

Conflicto por el Canal de Beagle

Canal de Beagle

Disputa mantenida entre Chile y Argentina por la soberanía de las islas situadas al sur del canal de Beagle. Ambos estados se vieron obligados a negociar para acabar con las diferencias de interpretación del Tratado de 1881 que surgieron respecto de dichas islas (Picton, Nueva y Lennox).

Las Islas Picton, Nueva y Lennox
Las Islas Picton, Nueva y Lennox

Ante las discrepancias sobre su pertenencia, el 4 de mayo de 1938 se suscribió un protocolo de arbitraje, que daba competencia al procurador general de Estados Unidos, Hommer Cummings, el cual fue objetado por Argentina. El 11 de diciembre de 1967, el presidente chileno Eduardo Frei Montalva determinó que era necesario recurrir al arbitraje del gobierno británico, lo cual no fue aceptado por el gobierno argentino hasta 1971, pero condicionado a la intervención previa de un tribunal creado para la ocasión. De este modo, la reina Isabel II nombró la Corte Arbitral Especial, integrada por juristas pertenecientes al Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas, con sede en La Haya. Su fallo se dio a conocer el 2 de mayo de 1977 y confirmó en todas sus partes la tesis chilena, determinando claramente que las islas Picton, Lennox y Nueva pertenecían a la República de Chile.


Sin embargo, las discrepancias continuaron, por lo cual el 19 de enero de 1978 se reunieron en Mendoza los presidentes Augusto Pinochet, de Chile, y Jorge Rafael Videla, de Argentina, conociéndose posteriormente que este último país no aceptaba el laudo arbitral de la reina Isabel II y lo declaraba nulo. Sin embargo, ambos estados llegaron al acuerdo de recurrir a la mediación de Juan Pablo II (1979), asegurada por una comisión a cargo del cardenal Antonio Samoré. El 12 de diciembre de 1980, el Vaticano entregó la respuesta, pero los argentinos nuevamente rechazaron la decisión. Finalmente, el 18 de octubre de 1984 se firmó en el Vaticano el Tratado de Paz y Amistad chileno-argentino sobre la diferencia limítrofe del canal de Beagle. Terminaba así una gestión efectuada por el Papa durante casi seis años de mediación con el objeto de evitar el conflicto bélico.

Ensamble de Ideas – Fácil de entender, fácil de aprender – Copyright MMXXII


 
[1] El llamado Fuerte de Bulnes fue fundado en el año 1843 por Juan Williams Rebolledo [nacido en Curacaví, Chile, en el año 1825 y fallecido en Santiago, del mismo país, en 1910] en el Estrecho de Magallanes.
[2] Militar y político chileno, nacido en Concepción en el año 1799 y fallecido en Santiago de Chile en 1866,  presidente de esa República entre los años 1841 y 1851.
[3]  Mensaje pronunciado por Felipe Arana (1786-1865), político y abogado argentino, enviado a la ciudad de Santiago de Chile.
[4] Expresión latina que significa “poseerás como poseías”, es decir los territorios serían aquellos que se poseían en 1810 según la división político-administrativa establecida por España en sus colonias americanas.
[5] Procedimiento a través del cual personas naturales o jurídicas pueden someter, luego de un previo convenio, una decisión que sirva para dirimir todas las cuestiones, disputas y diferencias que puedan existir o emerger.
[6] Expedición argentina a la región Patagónica comandada por el general Julio Argentino Roca. La conquista quedó asegurada entre mayo y octubre de 1878 y junio de 1879.


 
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Derek Hodson y “El Trabajo de laboratorio como Método Científico”: 3 décadas de confusión.

Lean el siguiente texto de Derek Hodson y respondan las preguntas que figuran debajo:

El Trabajo de laboratorio como Método Científico: 3 DÉCADAS de confusión (Derek Hodson)

La justificación que dan los profesores y diseñadores de currículo para solicitar más fondos, tiempo, energía y recursos para los trabajos de laboratorios de ciencias, es que con ellos se logra que los estudiantes adquieran experiencia y práctica en el uso del método científico. Este trabajo analiza la naturaleza cambiante de los trabajos de laboratorio, desde la década del 60 hasta el presente. Es decir desde el aprendizaje por descubrimiento, el enfoque de procesos hasta el constructivismo contemporáneo; y argumenta que en todos ellos se malinterpretó la naturaleza de la investigación científica.

Finalmente se hacen algunas sugerencias tendientes a reorientar los trabajos de laboratorios, con la finalidad de acercar una imagen más adecuada de lo que es actualmente la práctica científica.

Algunas veces es conveniente pensar la educación en ciencia como compuesta por tres tipos de criterios:
Aprender ciencia- adquisición y desarrollo de conocimiento conceptual y teórico.
Aprender sobre ciencia- desarrollo y comprensión de la naturaleza y métodos de la ciencia, y toma de conciencia de las complejas interacciones entre ciencia, tecnología, sociedad y medio ambiente(o entorno)
Hacer ciencia- compromiso y especialización en investigaciones científicas y la resolución de problemas.

Aunque el trabajo de laboratorio tiene un rol prominente en el cumplimiento de los tres objetivos, este artículo se interesa en ayudar a los estudiantes a comprender la naturaleza de la ciencia y proveer experiencia en la investigación científica.

Durante la década del 60, se diseñó un buen número de nuevos currículos para que los estudiantes descubrieran el conocimiento conceptual a través de actividades diseñadas para imitar/simular la investigación científica.

Los estudiantes aprenderían ciencia haciendo ciencia. En épocas más recientes, el conocido Enfoque de Proceso ha subordinado el “aprender ciencia” al “aprender sobre ciencia”, y ha intentado promover el punto de vista de que la ciencia comprende un procedimiento riguroso, algorítmico que es universalmente aplicable. Más recientemente, los enfoques constructivistas para el aprendizaje de la ciencia se han vuelto prominentes en la medida que los docentes y los diseñadores de currículos han buscado centrar el aprendizaje en la comprensión y la experiencia personal individual de los estudiantes. Este articulo argumenta que los tres movimientos han representado muy mal la naturaleza de la investigación científica y por lo tanto han contribuido sustancialmente a que los estudiantes malinterpretaran la ciencia

El surgimiento del aprendizaje por descubrimiento

El principal ímpetu en promover el aprendizaje por descubrimiento en Gran Bretaña durante los 60 fue la noción “progresiva” del aprendizaje centrado en el niño, considerando que el aprendizaje orientado como una investigación, es muy parecido a las “formas naturales de aprender de los niños”.

Durante mucho tiempo, se sostuvo la creencia que los niños, eran fuertemente motivados, si se les permitía realizar experiencias orientadas como una investigación. Además, se sostenía que los niños, aprendían mayormente realizando actividades de tipo similares a un juego y no estructuradas. Piaget popularizó el criterio de que la observación e investigación no estructurada y auto direccionada por el propio aprendiz, tiene lugar mediante una serie de etapas antes de llegar a los sofisticados procesos de razonamiento formal.

Era tal la frecuencia con la cual, el razonamiento abstracto, era precedido por una etapa operacional, en la cual la comprensión se basaba en una acción en sí misma, que parecía innegable, que el aprendizaje de la ciencia debía basarse en investigaciones realizadas e impulsadas por las preguntas y los intereses de los estudiantes.


En los Estados Unidos, el principal impulso vino de los trabajos de Jerome Bruner y Joseph Schwab. En su influyente ensayo “La Enseñanza de las ciencias como Investigación”, Schwab (1962) fijó una agenda para el currículo de la ciencia en la que pone el énfasis en la investigación científica, en el contenido y en el método como la solución de lo que el percibía, una crisis en la educación científica americana.

Argumentaba que las experiencias de laboratorio deberían preceder las instrucciones de clase y que el manual de laboratorio debería dejar de ser un volumen que le dice a los estudiantes lo que tienen que hacer y “que se espera”, para ser reemplazado por materiales permisivos y abiertos que apunten a áreas en las que se puedan encontrar problemas .

De la misma forma en que los científicos logran sus objetivos en gran parte por medio de la observación y experimentación, se creía que el aprendizaje de la ciencia también se lograba mejor de esta manera. Se creía que la mejor manera de aprender las ciencias era por medio de actividades basadas en un modelo de investigación científica.

Desafortunadamente, los cursos de Nuffield en Gran Bretaña, y los cursos como BSCS, PSSC Y CHEM en USA, combinaron esta hipótesis/suposición problemática fusionando los enfoques progresivos centrados en el niño, que ponen énfasis en la experiencia directa y el aprendizaje a través de la investigación, y el descubrimiento, con las ideas inductivistas obsoletas, acerca de la naturaleza de la investigación científica.

Lo que había comenzado como una justificación psicológica del aprendizaje a través del descubrimiento, se había deslizado en una cuestión epistemológica.

Desafortunadamente, el enfoque de la ciencia estimulada por el aprendizaje a través del descubrimiento se distorsionó por basarse en una serie de suposiciones erróneas acerca de la prioridad y seguridad de las observaciones.
• La Ciencia se inicia a partir de la observación
• Las observaciones científicas son confiables y desprejuiciadas.
• La observación produce información objetiva, libre de valores
• Las generalizaciones, hechos y leyes surgirán de toda esta información
• Las explicaciones pueden ser inducidas en la forma de principios y teorías a partir de estas informaciones.
• Estas teorías pueden confirmarse en forma directa, sin ambigüedades por medio de más observaciones y experimentaciones.

El trabajo de laboratorio fue visto como un medio de obtener información/data fáctica, a partir de la cual se sacarían conclusiones y eventualmente explicaciones. Se suponía (por el modelo inductivista de ciencia en el cual estaba basado), que esta información es pura y libre de contaminación de los prejuicios del observador, y que se puede organizar de forma tal que conduzca directamente al conocimiento confiable del mundo.

El espacio no permite consideraciones de las insuficiencias del modelo inductivista de ciencia inherente al aprendizaje a través del descubrimiento (Duschl,1988,1990; Hodson, 1985; Millar Driver, 1987).

Es suficiente decir que los filósofos y sociólogos de la ciencia han dejado de lado tales puntos de vista de la ciencia como representaciones de las formas en las que los científicos reales proceden.

¿Qué ocurrió en la práctica?

No solo el aprendizaje a través del descubrimiento es filosóficamente defectuoso (por estar basado en un falso modelo de ciencia), sino que es pedagógicamente impracticable. Por ejemplo, al principio en los cursos de Física de Nuffield, a los estudiantes se les daba una palanca, un fulcro y algunas pesas, y se los invitaba a explorar y descubrir cualquier cosa. No se enunciaba ningún problema particular; ni se recomendaba ningún procedimiento.

“Descubran lo que puedan sobre el equilibrio de un sube y baja, con el arreglo de pesas.Vean si pueden descubrir algún patrón de equilibrio que pudieran decirle a otras personas”. (Nuffield Physics, Teachers Guide I, p186, 1967).

Se cree que la Ley de Momentos simplemente surgirá de una exploración sin dirección y con final abierto. Nada podría estar más allá de la verdad. Primero, el sistema no se equilibra de la forma en que los estudiantes esperan porque el pívot esta por debajo del centro de gravedad. Si las pesas se suspenden por debajo del pívot, como en un conjunto de balanzas, el astil se equilibrará. No obstante, hay poca probabilidad de que los niños descubran esto por sí solos.

Segundo: los niños tienden a distribuir las pesas en forma irregular a lo largo de toda la extensión del astil. La complejidad de esta disposición oscurece la relación simple que se busca. Como consecuencia, los docentes comienzan a dar recomendaciones acerca de cómo simplificar el problema y elaborar instrucciones para una mejor forma de proceder.

Cosas similares ocurren cada vez que se les presenta a los niños este tipo de situación de final abierto. También está el problema de que muchos llamados “experimentos” no dan los resultados requeridos para alcanzar los objetivos curriculares relacionados con los contenidos. Los niños pueden cometer errores al observar, medir o registrar, tener accidentes, perder el interés o no poder terminar.

Pueden distraerse por el bullicio y el ruido de la actividad; pueden sumergirse tanto en los detalles prácticos de lo que están haciendo que pierden el significado conceptual del mismo.

Como nos recuerda Dearden (1967, p 153):
Un método de enseñanza que genuinamente deja las cosas abiertas al descubrimiento también deja necesariamente abierta la oportunidad para no descubrirlas.

Muchos docentes respondieron a los problemas pedagógicos del aprendizaje a través del descubrimiento involucrándose en lo que se conoció como el descubrimiento “guiado” o “dirigido.”

El docente guía la discusión de la clase acerca del experimento que se va a llevar a cabo; orquesta el diseño de ese experimento, usa aparatos que ha llevado y puesto sobre el banco, camina por la clase, dando recomendaciones a los “experimentadores” acerca de las técnicas, el reconocimiento y registro de las observaciones significativas, e ignorando o reformulando otras, y guía la discusión de la clase para lograr el descubrimiento de los principios teóricos subyacentes a ser usados en la explicación de los resultados.

A través de estas actividades, el docente simula que la clase está embarcada en una investigación de final abierto y deliberadamente suprime (por un momento) el conocimiento que usó al planear la investigación. Lo que propende a ser una investigación conducida por los estudiantes termina siendo una sutil, pero muy poderosa forma de dirección y control docente.

Establecer una situación que demanda ser conducida por los estudiantes y con final abierto, pero que en realidad, exige un resultado particular es confundir aprender ciencia (que tiene un resultado definitivo en mente) con hacer ciencia (que no lo tiene).

Mientras que es relativamente fácil ver cómo y por qué los que desarrollaron currículos en 1960, sin el beneficio de las perspectivas contemporáneas de la filosofía y la sociología de la ciencia o los hallazgos de investigaciones recientes acerca del aprendizaje de la ciencia en los niños, inclinados hacia el aprendizaje por medio del descubrimiento orientado en forma inductiva; es mucho más problemático explicar por qué algunos educadores en ciencia continúan avocados a este enfoque.

Pareciera haber varios factores que contribuyen a esto. Primero, su aparente simplicidad. El punto de vista “perspectivista” de la ciencia, encapsulado en el aprendizaje por medio del descubrimiento es más directo que otros modelos de ciencia y, por lo tanto, algunos docentes lo perciben más fácil de seguir por los niños.

Hay evidencia para sugerir que los docentes que adoptan modelos alternativos con grupos de excelentes habilidades vuelven a puntos de vista inductivistas con aquellas clases percibidas como menos capaces.

Segundo, la respetabilidad pedagógica de los métodos centrados en el niño que por tener características lingüísticas comunes (investigación, indagación, observación, descubrimiento, etc.) aparentan favorecer un modelo inductivista de la ciencia. (Harry y Taylor, 1983).

Tercero, los puntos de vistas inadecuados del docente acerca de la naturaleza de la ciencia, que derivan de sus propias experiencias de aprendizaje en los cursos de ciencia en la escuela o la universidad y son reforzados por la mitología de los libros de texto en ciencias y materiales curriculares (Cawthron y Rowell, 1978; Nadeau y Desautels, 1984; Smolicz y Nunan, 1975).

Cuarto, la comodidad derivada de una creencia en un método científico distintivo, o un algoritmo preciso, para conducir investigaciones científicas. Es esta motivación particular que en parte, sustenta el tan llamado Enfoque de Proceso para la enseñanza y aprendizaje de la ciencia.

Los Orígenes del Enfoque del Proceso.

El enfoque “hands–on” para aprender ciencia comenzó en el Reino Unido a principios de los 70 y se extendió a cursos para un campo de habilidades y un grupo por edades más amplio que los cursos más bien elitistas, como el nivel-0 (Ordinary Level) perteneciente al GCE (General Certificate of Education) de Nuffield, dando como resultado desarrollos tales como La Ciencia Secundaria de Nuffield, La Ciencia Joven de Nuffield y La Ciencia del Consejo de Escuelas 5-13. (Nuffield Secondary Science, Nuffield Junior Science, and the Schools Council’s Science 5-13).

Estos cursos fueron más abiertos que los anteriores y la adquisición de un conocimiento conceptual particular fue visto menos importante que la comprensión y el desarrollo de habilidades y técnicas de indagación científica (Woolnough, 1988), dando inicio a iniciativas tales como
“Warwick process Science”, “Science in process” y “Active Science”.

La raíz común, al menos en cuanto a iniciativas dirigidas a las escuelas primarias en el Reino Unido, fue la centralización del aprendizaje activo en el niño, en particular la noción de que los niños son científicos naturales: Pensar en forma científica proviene naturalmente de los niños”.(Raper & Stringer, 197, p26).

Si los niños piensan como científicos o por decirlo de otro modo, el pensamiento del científico es esencialmente como el del niño, se desprende la idea de que el currículo construido en concordancia con el modo de proceder científico capitaliza las formas naturales de aprendizaje del niño, mientras simultáneamente provee más investigación en la indagación científica.

La resolución de problemas prácticos de los niños es esencialmente una forma de trabajo científico., de modo que la tarea en la escuela no es la de enseñar ciencia a los niños, sino más bien utilizar el modo científico propio de los niños como una potente herramienta educativa. Sus propias preguntas parecen ser las más significativas y con frecuencia resultan en una investigación cuidadosa.

Este tipo de creencia condujo a un desarrollo de lo que muchos llamaron “ciencia de contenido libre”. El argumento era que ya que no hay un cuerpo particular de conocimiento que pueda ser considerado esencial para la escuela primaria, no hay razón por la cual diferentes niños no debieran estudiar diferentes tópicos, por preferencia, aquellos en los cuales han expresado un interés particular.

Fue considerado muy importante el valor motivador de elegir sus propios intereses y la experiencia de la ciencia como un proceso, como un conjunto de actividades.

Los conceptos surgen “automáticamente” del compromiso en los procesos y son de poca significación.

El contenido es de relativa importancia en esta fase. Lo que es importante es la situación a la cual se le aplica la lógica (Hayes 1982). Esta noción de la escasa importancia del contenido es tan fuertemente sostenida que Hayes concluye su argumento con la sorprendente aseveración de que “las habilidades implícitas en un enfoque científico de los problemas pueden enseñarse en forma tan efectiva en historia, matemáticas, o estudios sociales, o podrían ser seleccionados/tomados por los alumnos como un juego.”

¿Por qué, entonces, uno se tienta con preguntar y se molesta en enseñar ciencia? En años más recientes, la noción de que los procesos de la ciencia deberían tener prioridad sobre el contenido se ha trasladado a la escuela secundaria.

Wellington (1989) aporta un contexto histórico al crecimiento de tales cursos en Gran Bretaña, citando un número de factores causales, que incluyen la percepción de que “el currículo orientado en el contenido ha fracasado”, el crecimiento del movimiento La Ciencia para Todos (necesitando un enfoque menos demandante), la tan llamada “explosión de información” (que da como resultado la redundancia inicial de información científica y por lo tanto, menos demanda de que sea conocida), el desarrollo de la tecnología de la información (que hace innecesario para el estudiante manejar un gran cuerpo de conocimiento) y la creencia en la noción de que los procesos de la ciencia son genéricos y transferibles (y por lo tanto, son más importante que el conocimiento).

Otro impulso en el movimiento del proceso, que no es tenido en cuenta por Wellington, es el impacto de la evaluación, especialmente el interés en la evaluación del trabajo práctico.

En los últimos años, se ha focalizado considerable atención en la necesidad de desarrollar estrategias y procedimientos efectivos y eficientes para la evaluación del trabajo de laboratorio de los estudiantes, bajo la concepción de que solamente cuando los aspectos prácticos de la educación en ciencia sea recompensada por medio de calificaciones y notas los docentes le darán a estas actividades la prioridad curricular que muchos creen deberían tener.

La necesidad de proveer procedimientos e instrumentos para evaluar la habilidad de los estudiantes para comprometerse en la investigación (indagación) científica ha alimentado el impulso de especificar, en detalles analíticos, lo que comprende la indagación (investigación científica).

Cuando tales procedimientos e instrumentos tienen que ser capaces de utilizarse con cualquier currícula de la ciencia o todas (estas iniciativas existieron antes de establecer la Currícula Nacional en Inglaterra y Gales), el ímpetu hacia un currículo basado en procesos percibidos como genéricos (y, por lo tanto, generalizable y transferible) se intensifica.

Iniciativas americanas

Robert Gagne (1963) propuso que el propósito de la educación en ciencia, visto como al que los estudiantes le puedan emplear la indagación de un modo bien conocido por los científicos, debería ser principalmente reconocido con tres sub-objetivos: asegurarse de que los estudiantes adquieran (i) actitudes de indagación, (ii) los métodos de indagación, y (iii) comprensión de la indagación (investigación).

Estos sub-objetivos deberían entonces estar sujetos al análisis de tareas a fin de proveer una descripción clara y no ambigua de las actividades de los científicos investigadores.

El usa el análisis vertical (de arriba hacia abajo) de los comportamientos terminales (finales) deseados para construir una jerarquía de aprendizaje de objetivos para la educación en ciencia en varios niveles de escolaridad, eventualmente llegando a objetivos para escuelas primarias.

En síntesis, su conclusión es que la capacidad de actuar como un científico depende de la posesión del “conocimiento general e incisivo” (que es generalizable y capaz de discriminar entre ideas buenas y malas en ciencia) el cual presupone que ciertas capacidades fundamentales- la capacidad de observar, clasificar, inferir, etc. hayan sido adquiridas.

Gagne insiste en que “un individuo necesita saber cómo observar, clasificar… antes que él pueda entender la ciencia” (Gagne 2963, p152). Gagne identifica once habilidades o procesos de la ciencia. Observar, medir, inferir, predecir, clasificar, juntar información, registrar información, son consideradas como habilidades básicas; interpretar información, controlar variables, definir en forma operativa, y formular hipótesis son consideradas como habilidades integradas de mayor nivel.

En el enfoque Ciencia-un proceso (SAPA), que esta basado en las ideas de Gagne, los procesos básicos son introducidos en el nivel Kinder-3. y los procesos integrados de las ciencias se introducen y desarrollan de 4to a 6to grado.

Se considera a los procesos básicos como esenciales para comprender y usar los procesos integrados. En otras palabras, hay una jerarquía de habilidades de proceso. Todos los interrogantes en cuanto a la estructura y organización del currículo se responden en términos del desarrollo de las habilidades de proceso.

La creencia de si los niños pueden manejar los procesos de la ciencia, pueden comprender y usar cualquier contenido. Aunque SAPA no se edita más, su influencia persiste y ha sido instrumental en una serie de iniciativas curriculares recientes conocidas por algunos educadores americanos en ciencia como “sciencing” (Cain & Evans, 1990)

Los enfoques orientados al proceso, son una serie de creencias, cada una de las cuales requieren un análisis mas detallado:
• La indagación/investigación científica puede describirse en términos de una serie de procesos discretos.
• Los procesos son genéricos. Esto significa que son independientes del contexto y por lo tanto transferibles.
• El conocimiento científico resulta del compromiso en estos procesos.
• El desempeño de esas habilidades pueden ser observadas, y medidas con precisión y confiabilidad.
• Por medio de la práctica y el desarrollo de estas habilidades, los estudiantes adquieren la capacidad de conducir indagaciones/ investigaciones científicas.

La ciencia como procesos discretos libres de contenidos.

Los argumentos concernientes a la teoría-sobrecargada de observación son lo suficientemente conocidos como para no ser reiterados aquí. Argumentos similares se extienden a todos los otros procesos de la ciencia, tales como clasificar, medir, confeccionar hipótesis e inferir. Se debe clasificar y medir (mensurar) algo, más que cualquier otra cosa; se debe hacer hipótesis sobre entidades particulares o eventos.

Simplemente no es posible comprometerse en estos procesos independientemente del contenido. Más aún, el modo en que se clasifica, mensura y realizan hipótesis, y el nivel de sofisticación al hacerlo, depende de la comprensión teórica que se tenga. Pongámoslo así: no le estamos enseñando a los estudiantes a observar, clasificar, mensurar, e hipotetizar en si. Ellos ya lo saben hacer perfectamente. Lo han hecho desde mucho antes de ingresar a nuestras clases de ciencia, y continúan haciéndolo todos los días de sus vidas fuera del laboratorio.

Lo que estamos enseñando en la ciencia de la escuela es la observación científica, la clasificación científica, la realización de hipótesis científica, etc. Lo que hace que estos procesos sean científicos es la utilización de conceptos científicos relevantes y apropiados en la búsqueda de un propósito científico.

La clasificación científica, por ejemplo, no es sólo un asunto de notar similitudes y diferencias -o sería suficiente en clases de ciencia clasificar billetes y estampillas postales- (usando un criterio como origen, color, tamaño, medida o estilo de ilustración). Más bien implica la aplicación de categorías científicamente significativas y apropiadas, adecuadas para el propósito por el cual se está llevando a cabo la clasificación. Diferentes propósitos demandan diferentes criterios, podría implicar diferente comprensión teórica.

De este modo, ya sea si uno clasifica un animal particular como mamífero/reptil/pez, carnívoro/ herbívoro, que viva en la tierra o que viva en el agua, que pueda o no pueda volar, o lo que sea, depende de si se está estudiando la evolución, si se está comprometido con un trabajo de ecología o intentando cazar, cocinar o comer uno!

La tarea de clasificación, y la habilidad del estudiante para llevarla a cabo con éxito, depende del conocimiento, la experiencia, las creencias y expectativas acerca del propósito que pueda motivarlo. Cualquier actividad áulica que involucre la clasificación o “búsqueda de patrones” está, por lo tanto, ligada a la teoría (conceptos apropiados para clasificar) y a los propósitos.

De este modo se procede en las mediciones, predicciones, recolección de información, registro de información, y todos los otros procesos en ciencia. Ninguno de ellos puede llevarse a cabo sin la medida sustancial del conocimiento teórico.

El reconocimiento de la naturaleza conducida por la teoría de la investigación científica hace ingenuo el argumento de que hacer ciencia es simplemente un asunto de operar un algoritmo para todo propósito que comprenda una serie de pasos transferibles, generalizables y libres de contenido, como apoyo de la aseveración del enfoque del proceso.

Es ingenuo pensar que una vez que los estudiantes hayan adquirido las habilidades de proceso separadas puedan necesariamente unirlas en un procedimiento para la ciencia. En otras palabras, que hacer ciencia consiste en la suma de sus partes y que no es más que la suma de sus partes.

Lograr llevar a cabo una o varias de las tareas descontextualizadas que focalicen la observación, la clasificación, o la medición, dice muy poco sobre la capacidad que se tiene para conducir una verdadera investigación científica real.

Efectivamente, a veces los estudiantes pueden realizar tales actividades descontextualizadas en forma adecuada y no pueden integrar estas tácticas y habilidades en una estrategia efectiva y coherente para la investigación científica. Muchos que realizan estos test con resultados pobres pueden involucrarse en investigaciones científicas interesantes y exitosas cuando se los alienta adecuadamente y se les da la libertad y el apoyo para seguir sus intereses (Hodson, 1992)

Transferibilidad

La naturaleza impregnada de teoría de los procesos científicos crea considerables problemas para la noción de transferibilidad, que es un principio central del Enfoque del Proceso y es fundamental para establecer una evaluación centrada en las habilidades.

En mi opinión, es insostenible la idea de que la habilidad para observar, clasificar, y medir en un contexto pueda ser tomado como indicativo de la capacidad del alumno para hacer determinada cosa en un contexto completamente diferente. La competencia en una habilidad tal como la observación, no puede transferirse de un contexto a otro a menos que los dos contextos, y los conceptos científicos que corporicen tengan mucho en común.

Las habilidades involucradas al observar el comportamiento de un pez de acuario, por ejemplo, tiene poca relevancia, si es que tiene alguna, con la observación del comportamiento de los químicos al calor, observar una nebulosa distante a través del telescopio o leer placas de rayos X. Como consecuencia, las habilidades usadas para esto, no importa lo espléndidamente bien que sean exhibidas, no pueden ser de ayuda en estas otras actividades.

A través del análisis conceptual y la manipulación, nuevos problemas de observación se solucionan y nuevas actividades de observaciones se completan, mucho mejor que por la rigurosa aplicación de un conjunto de procedimientos (Millar y Driver, 1987). La transferibilidad depende de la familiaridad con los conceptos relevantes y por lo tanto la capacidad demostrada de ejercer una habilidad en un contexto particular no es garantía de esa habilidad en un contexto conceptual diferente.

La dificultad de una actividad de observación depende de lo que se esté observando y de qué constituye una observación apropiada y significativa de lo mismo. En otras palabras, está regido por la naturaleza de los conceptos incluidos.

De esta manera, la inclusión de actividades de observación en un esquema evaluativo brindará tanto información acerca de la comprensión conceptual de los estudiantes, como acerca de sus habilidades de observación en sí.

Lo que los estudiantes notarán y elegirán reportar y cómo lo harán, depende no solo de su poder de discriminación, sino de que posean criterio teórico relevante para aplicar. Un argumento similar se extiende a todos los otros procesos implícitos al hacer ciencia.

La competencia para clasificar o hacer hipótesis, por ejemplo, no puede transferirse a un contexto que es independiente del contexto en el cual esa habilidad fue adquirida. O sea que no incluye el criterio que el estudiante ha aprendido a usar para clasificar, o las relaciones conceptuales sobre las que el estudiante ha aprendido a hipotetizar.

Si decimos evaluar los procesos de la ciencia como habilidades separadas, decimos que el desempeño en un contexto es una medida de un posible desempeño en otra completamente diferente. Creo que ambas ideas no tienen sentido.

Si hiciéramos ese tipo de de aseveraciones en medicina nos someteríamos a una operación de cerebro llevada a cabo por un obstetra o un psiquiatra. En realidad, el contexto en el cual se adquieren las habilidades es crucial para el desempeño adecuado de esa habilidad y para nuestra confianza en quien la practica.

¿Qué acerca del Constructivismo?

Como lo señalamos anteriormente, los estudiantes que carecen del marco teórico como requisito no sabrán dónde mirar y cómo mirar a fin de hacer observaciones adecuadas a la actividad en marcha y cómo interpretar lo que ven. En consecuencia, buena parte de la actividad será improductiva.

En la práctica, la situación puede ser mucho más compleja y considerablemente más perjudicial para el aprendizaje cuando los estudiantes tienen distinto marco teórico del que el docente supone que tienen, podrían mirar en un lugar diferente de una manera diferente, errónea, y hacer interpretaciones diferentes, erróneas, negando algunas veces la evidencia observada que entra en conflicto con sus puntos de vista existentes. (Gunstone, 1991).

Frecuentemente los estudiantes se ajustarán o modificarán sus observaciones para conformar las expectativas a las que sus teorías existentes dan lugar. En otras palabras, ven lo que esperan ver. Como consecuencia pueden pasar por una experiencia completa basada en el laboratorio malinterpretando el propósito de la actividad, el procedimiento y los descubrimientos; incorporando cualquier falsa concepción que hayan traído con ellos a la actividad.

Debido a que las predicciones, percepciones, y explicaciones están fuertemente influenciadas por la comprensión conceptual previa, los estudiantes que tienen diferentes marcos conceptuales de significados conducen investigaciones esencialmente diferentes con su correspondiente producción de aprendizaje. Driver (1983) y Tasker (1981) tienen muchos ejemplos de este tipo.

Observaciones como estas y una extensa investigación en el conocimiento previo de los niños, han llevado a establecer rápidamente enfoques constructivistas para la enseñanza y aprendizaje de las ciencias (ver Bell 1993).

En esencia hay cuatro pasos principales en el enfoque constructivista:
1. Identificar las ideas o puntos de vista de los alumnos
2. Crear oportunidades para que los estudiantes exploren sus ideas y testeen su solidez al explicar fenómenos que den cuenta de acontecimientos y hacer predicciones.
3. Brindar estímulo a los estudiantes para desarrollar, modificar y cambiar sus ideas y puntos de vista donde sea necesario.
4. Apoyar sus intentos para repensar y reconstruir sus ideas y puntos de vista.

Durante la década y media pasada en la investigación interesada en que los niños formen sus puntos de vista en ciencia, se han aplicado diferentes términos en forma variada respecto a las creencias que ellos tienen en común: marcos alternativos, conceptos previos o alternativos, mini teorías, teorías naives, ciencia de los niños, etc. Cada término tiene sus adherentes y sus justificativos particulares, (Abimbola 1988). Pero como entonces, todavía hoy no hay un término universalmente aceptado, más allá de un interés general de evitar el uso de malas concepciones.

Palabras como “mal” y “malas concepciones” son usadas aquí; no obstante para enfatizar mi oposición al relativismo que es un rasgo proveniente de muchos escritos contemporáneos que tratan el constructivismo en la enseñanza.

Aprender ciencia no es simplemente un asunto de “darle sentido al mundo” (Biddulph y Osborne 1984) en cualquier término y razón que satisfaga al estudiante. Aprender ciencia implica la introducción al mundo de los conceptos, las ideas, la comprensión y las teorías que los científicos han desarrollado y acumulado (lo que la ciencia sabe).

El conocimiento científico es más que una creencia sostenida en forma personal reforzada por una confirmación y observación reunida personalmente. Es un intento de explicar y dar cuenta de la naturaleza real del universo físico (la ciencia tiene objetivos realistas), no importa si tiene sentido en el significado cotidiano de esa expresión. Mucho conocimiento científico vuela en la cara del sentido común; la Física de Galileo, Newton o Einstein se compara en forma desfavorable con las perspectivas de Aristóteles si el sentido común fuese el árbitro.

El conocimiento científico es aquel que ha sido sujeto y ha sobrevivido al examen crítico de los miembros de la comunidad científica, usando cualquier método y criterio de refrenda para asegurar el grado de validez y confiabilidad. De este modo una parte crucial de la educación en ciencia implica comprender la racionalidad particular que los científicos emplean en generalizar y validar el conocimiento.

Aprender sobre ciencia no se trata de solo de aprender como llevar adelante un test en una feria de ciencias mediante el control sistemático de variables con el fin de satisfacerse sobre una creencia en particular. Implica introducirse en las técnicas establecidas, estrategias, parámetros, y criterios de la ciencia (Ej.: cómo sabe la ciencia). Implica la apreciación crítica de la naturaleza de la evidencia científica, la comprensión del rol y el status del conocimiento científico (incluyendo la distinción entre los modelos instrumentalistas y las teorías realistas) y el reconocimiento de la locación social y por lo tanto dependencia cultural del emprendimiento científico.

A temas como estos se les presta poca o ninguna atención en la mayor parte de los escritos constructivistas. (Gil- Perez 1994, Matthews, 1993).

Aprender a Hacer Ciencia y Aprender Ciencia Haciendo Ciencia

Algunos investigadores han demostrado que las ideas de los niños en ciencia, las cuales a menudo tienen una sorprendente semejanza con las ideas del comienzo de la historia la ciencia (Nussbaum, 1983, 1989), son resistentes al cambio, aún cuando la enseñanza esté dirigida directamente a efectuar un cambio conceptual (Clough & Driver, 1986; Duschl & Gitomer, 1991; White & Gunstone,1989).

Debido a que las estrategias de enseñanza del constructivismo para un cambio conceptual efectivo se concentra solamente en conceptos y le presta escasa atención a temas epistemológicos y metodológicos, tal vez no debiéramos sorprendernos de que los niños mantengan la “metodología de la superficialidad” (Gil & Carrascosa,1985) que produjo este entendimiento en primer lugar.

Gil-Perez y Carrascosa –Alis(1994) trazaron un paralelo entre el desarrollo histórico de la ciencia, que necesitaba un cambio a partir del “sentido común” hacia formas científicas de procedimientos y educación en ciencia, donde los cambios conceptuales del tipo requerido por la currícula contemporánea de la ciencia puede ser únicamente efectuada por un tipo similar de cambio metodológico. ¡El sentido común no es suficiente!

Algunos escritores constructivistas aseveran que todos somos científicos, inclusive los niños. En Nueva Zelanda, un país en el cual el constructivismo ha dominado tanto la educación científica en las escuelas como la formación docente (Mattews 1993), el Ministerio de Educación establece que “todos somos científicos” (Ministerio de Educación, 1989, p5) y que “la ciencia es una actividad que toda la gente puede llevar a cabo como parte de su vida cotidiana”. (Ministerio de Educación, 1992, p8).

Nada podría estar más alejado de la verdad. No todas las investigaciones e indagaciones son científicas y no todo el conocimiento y explicaciones que resulten de ellas son válidas desde un punto de vista científico. Algunas ideas tienen más credibilidad, validez y confiabilidad científica que otras justamente porque las indagaciones que las produjeron adhieren a un criterio bien establecido para juzgar y evaluar el conocimiento y los parámetros rigurosos para conducir y valorar las investigaciones científicas. Estos parámetros y criterios deben aprenderse.

No obstante, debido a que el procedimiento para conducir investigaciones científicas no está fijado, e implica un componente que es dependiente de la experiencia en un sentido muy personal, este no es enseñable en forma directa. O sea que no se puede aprender ciencia aprendiendo una prescripción o un algoritmo a aplicarse en todas las situaciones.

La única forma efectiva de aprender a hacer ciencia es haciendo ciencia, acompañados de practicantes bien entrenados y experimentados que puedan brindar apoyo, crítica y consejo durante la actividad, y quien sea capaz de modelar los procesos implicados y facilitar la crítica del estudiante.

Tengo en mente un enfoque de tres fases: el modelado, donde el docente expone el comportamiento deseado; la práctica guiada, donde el estudiante actúa con la ayuda del docente; la aplicación, donde los estudiantes actúan independientemente del docente.

El docente modelador de las prácticas científicas afirma la hipótesis de que la observación de actores bien entrenados facilita el aprendizaje de habilidades, en este caso las habilidades estratégicas para conducir investigaciones científicas. (véase Kirschner, 1992).

En el transcurso de las investigaciones modeladas los estudiantes deberían trabajar a través de un programa cuidadosamente secuenciado de ejercicios de investigación durante los cuales el rol del docente fuese actuar como un recurso de aprendizaje, un facilitador, consultor y crítico.

De allí en adelante, los estudiantes pueden proceder independientemente: eligiendo sus propios temas y situaciones problemáticas, y abordándolos desde sus propios medios. A partir de este punto de vista
son responsables de todo el proceso, desde la identificación del problema inicial hasta la evaluación final.

Como consecuencia, experimentan tanto “ la euforia del éxito como la agonía que surge de una planificación inadecuada y las malas decisiones”. (Brusic 1992). Gil-Pérez (1994) usa la metáfora “los alumnos como investigadores novicios” para caracterizar los tres elementos de la educación para la ciencia: en esencia, los estudiantes aprenden ciencia y aprenden más sobre ciencia conduciendo investigaciones bien diseñadas (Ej.: haciendo ciencia) bajo la mirada atenta y la guía de un profesional bien entrenado (véase Hodson, 1993 b).

Estas sugerencias tienen implicancias muy significativas para la formación tanto del docente en formación como para el docente en actividad, siendo un requisito que todos los docentes tengan experiencia en la conducción de investigaciones científicas Es de esta manera que podemos asegurar que el trabajo de laboratorio cumple sus potenciales para que los estudiantes puedan aprender sobre ciencia y hacer ciencia.

Derek Hodson.

Para más información, se recomienda la lectura de nuestro artículo de epistemología: http://www.ensambledeideas.com/epistemologia/


Actividades

Actividad 1:
Describir los conceptos centrales del trabajo de Derek Hodson: “El trabajo de laboratorio como método científico, tres décadas de confusión y distorsión”

Actividad 2:
Citar 3 o 4 errores de interpretación en los supuestos que impulsaron el aprendizaje por descubrimiento, según Derek Hodson. Comentarlos brevemente.

Actividad 3:
Citar 3 o 4 supuestos que impulsaron el enfoque basado en procesos, según Derek Hodson. Comentarlos brevemente.

Actividad 4:
Citar los 4 pasos principales del enfoque constructivista según Derek Hodson. Comentarlos brevemente.

Actividad 5:
Comentar las 4 fases que, según Derek Hodson, deben ser conocidas por todos los docentes que intenten que sus estudiantes aprendan acerca de las ciencias.

Derek Hodson y el método científico – Ensamble de Ideas – Copyright MMXXII

Todo sobre EPISTEMOLOGÍA, una rama de la filosofía.
epistemologia

Concepto de epistemología.

Se puede describir simplemente a la epistemología como “la filosofía de la ciencia”. Analizando etimológicamente la palabra, es fácil ver que deriva del griego episteme (ἐπιστήμη), que significa “conocimiento”, y logos (λόγος), “estudio”. Es decir, la epistemología es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento.

Esta rama de la filosofía, como teoría del conocimiento, pone su interés en estudiar ciertas problemáticas –tales como las circunstancias históricas y psico-sociales que llevan a responder preguntas tales como “¿de dónde se obtiene el conocimiento?”­–, definiciones precisas y claras de conceptos usuales dentro de su campo de estudio –como el significado de la verdad, la realidad, la objetividad y la justificación–, entre otras cuestiones.

Uno de los más grandes expositores contemporáneos de la epistemología fue Mario Bunge (físico, filósofo y humanista argentino, 1919-2020). En cuanto a su texto “Epistemología, curso de actualización” (2002) Bunge explica que la filosofía de la ciencia o epistemología es la rama de la filosofía que estudia la investigación científica y su producto, el cual es el conocimiento científico.

Mario Bunge (1919-2020).

El presente informe va dirigido a esta rama de la filosofía en particular, por lo que girará en torno a su historia, su presente y futuro como disciplina, sus mayores pensadores, el análisis arduamente hecho a lo largo de los años en cuanto a los temas que contempla, etc., con el fin de manifestar la relevancia de los conocimientos y estudios que presenta.

Los inicios de la epistemología.

Los comienzos de la epistemología radican en el Renacimiento. La observación, la experimentación y el análisis de la realidad en la vida cotidiana, en la experiencia humana, dio origen, sin dudas, al conocimiento científico.

Es importante en este punto mencionar la conformación del “Círculo de Viena”, un grupo de epistemólogos, sólo algunos de ellos profesionales, que se reunían con el fin de intercambiar ideas. A este círculo pertenecían matemáticos, filósofos, historiadores, científicos sociales y científicos naturales.

Uno de los filósofos y teóricos de la ciencia más estudiados y conocidos en años anteriores al presente curso, Karl Raimund Popper (1902-1994), estuvo muy relacionado con este Círculo, cuya actividad fue breve pero muy influyente para la epistemología posterior.

El Círculo de Viena cambió el modo de pensar la filosofía, sin embargo, tenía un defecto: se encontraba subyugada a la tradición empirista e inductivista de pensadores anteriores, nada compatible con la epistemología realista que caracteriza al enfoque científico. La filosofía lingüística fue quien “suprimió del mapa” al Círculo del Viena, el cual culminó cuando Austria se anexó a Alemania.

Guillermo Boido en su Noticias del Planeta Tierra. Galileo Galilei y la revolución científica (Editorial A-Z) explica por qué para ciertos filósofos (como Carnap o Nagel), las consideraciones históricas poco importan en su indagación sobre qué es la ciencia.

Expone: “coincidiendo con una afirmación de la historiografía whig, atribuyen a la ciencia una existencia objetiva en todo período histórico, y a sí mismos la tarea de caracterizarla conceptualmente.” Es importante recordar aquí que la historiografía whig es aquélla que considera que los desaciertos han sido debidos a la ceguera individual, o a la obstinación y demás errores en relación con la ciencia. La historia resultante es un relato que nace de las asunciones y culmina en las conclusiones.

La historiografía de tipo whig implica la pérdida de lo esencial de los relatos históricos. Al redactarlos, deben tener suficiente extensión y calidad en la escritura, con el objetivo de que permitan captar la textura del período analizado. La comprensión histórica real no se logra a través de la subordinación del pasado al presente, sino haciendo que el pasado sea el presente y analizando los hechos como si se estudiaran en otro siglo diferente al que transcurre.

Es por ello que, a continuación, Boido decide ahondar en los temas relacionados con las revoluciones científicas. Dicho autor diferencia: “Como dice Cohen, definir qué es una revolución científica es tarea de filósofos, pero el historiador puede determinar si, en cierto momento del pasado, se ha producido o no una revolución aunque carezca de tal definición.

Los historiadores pretenden, más bien, analizar las etapas del desarrollo, las pruebas de existencia y la transformación de ideas que caracterizan a los episodios que, por concenso, han sido considerados revolucionarios”. Sin duda, las revoluciones científicas sentaron las bases de la ciencia moderna, en especial de la astronomía, la biología, la medicina y la química, y su estudia queda delegado a los pensadores epistemólogos que sean capaces de ver la ciencia desde un punto de vista externo a la época en la que viven, es decir, anacrónicamente, estudiando el antes, el durante y el después de los hechos. Si esto no fuera así, ¿cómo saber si el mismo epistemólogo no se encuentra inmerso en el paradigma del momento? El filósofo de la ciencia debería darse de cuenta de ello y poder escribir y pensar “desde fuera”.

Bunge, en su texto La nueva epistemología, propone abordar los siguientes problemas: lógicos, semánticos, gnoseológicos, ontológicos, éticos y estéticos. De esta forma la epistemología podrá realizar contribuciones a la ciencia. El filósofo de la ciencia alejado de la problemática científica de su tiempo puede ser útil estudiando algunas ideas científicas del pasado.

Si te interesa conocer más sobre las posturas de Mario Bunge, te sugerimos nuestros artículo “Mario Bunge y sus pensamientos acerca de las CIENCIAS FÁCTICAS”

Disponible en: https://www.ensambledeideas.com/las-ciencias-facticas/

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El epistemólogo atento a la ciencia de su tiempo puede ser aún más útil, ya que puede participar del desarrollo científico, aunque sea indirectamente, al contribuir a cambiar positivamente el trasfondo filosófico de la investigación, así como de la política de la ciencia. En particular, el epistemólogo casado con la ciencia y con las herramientas formales de la filosofía contemporánea.”

Bibliografía

  • Boido, Guillermo. Noticias del Planeta Tierra. Galileo Galilei y la revolución científica (Editorial A-Z).
  • Bunge, Mario. La ciencia. Su método y filosofía. “¿Qué es la Ciencia?”.
Pasaje de UNIDADES: ¿cómo realizarlos?

Para poder realizar una correcta conversión de unidades, es necesario que comprendas cómo realizar una regla de tres simple.

Una vez comprendido a la perfección el tema, será necesario interiorizarnos con el siguiente cuadro correspondiente a los prefijos y sus significados:

Múltiplos y Submúltiplos.

De esta manera, si estuviésemos analizando unidades de longitud, tendríamos una tabla de equivalencia semejante a la siguiente:

1 km\( 1 \cdot 10^{3}m\)
1 hm\( 1 \cdot 10^{2}m\)
1 dam\( 1 \cdot 10^{1}m\)
1 m\( 1 \cdot 10^{0}m\)
1 dm\( 1 \cdot 10^{-1}m\)
1 cm\( 1 \cdot 10^{-2}m\)
1 mm\( 1 \cdot 10^{-3}m\)
1 μm \( 1\cdot 10^{-6}m\)
1 nm\( 1 \cdot 10^{-9}m\)
1 Å \( 1 \cdot 10^{-10}m\)
1 pm\( 1 \cdot 10^{-12}m\)

Según esta tabla, por ejemplo, 1 km = 1.103 m. Asimismo, 1 µm = 1.10-6 m

Antes de continuar con los ejemplos, ¿por qué piensas que son importantes las unidades? ¿Por qué será que nuestros docentes son tan insistentes con el tema de que no te equivoques? Déjanos en comentarios tu punto de vista. Piensa lo siguiente: ¿será lo mismo para una hormiga levantar una hoja de 100 gramos que de 100 kilogramos? ¡Obvio que no! Tendrá un buen festín si encuentra una hoja de 100g, pero lamentaremos la situación si nuestra querida hormiga queda debajo de una cosa que tenga 100 kg de masa, ¿o no? Te recomendamos la lectura de “La Importancia de las Unidades” de Ensamble de Ideas para más al respecto.

Conversión de unidades. Ejemplo 1:

Convertir 4m a hm:

  1. Ubicar en la tabla la unidad involucrada en tu ejercicio. Veremos que, según la tabla, \( 1hm=1 \cdot 10^{2}\).
  2. Armar con eso una regla de tres simple, con el fin de sacar cuántos metros corresponden a un hectómetro. ¡Ten cuidado con las unidades! Observa que a la izquierda de la regla de tres hemos puesto la unidad a la que quieres llegar. Del lado derecho, las unidades con las que ya contamos con toda la información. Si quieres hacerlo al revés, es decir colocando a la derecha los metros y a la izquierda los hectómetros, también puedes hacerlo, pero cuidado de no mezclar unidades en las columnas. La regla de tres simple nos quedará armada así:

3. Resolver la regla de tres simple:

\( x=\frac{(4m\cdot 1hm)}{1\cdot 10^{2}}=0,04hm\)

Ejemplo 2:

Convertir 5600 µm a dam.

Para realizar este ejercicio, deberás:

  1. Ubicar en la tabla las unidades involucradas en tu ejercicio. Veremos que, según la tabla, \( 1\mu m=1 \cdot 10^{-6}m\) y que \( 1dam=1 \cdot 10^{1}m\).
  2. Realizar la primera regla de tres simple, llevando los 5600 µm a metros, siguiendo los pasos vistos anteriormente en el ejemplo 1.
Pasaje de Unidades.

3. Como vemos en la tabla, dijimos que \( 1dam=1 \cdot 10^{1}m\). Con esta información, realizar la segunda regla de tres simple, llevando los 0,056m a dam y siguiendo los pasos vistos anteriormente.

Pasaje de Unidades.

De esta manera, hallamos que 5600 µm = 0,00056 dam.

Para otras unidades, como litro, joules o pascales, tan sólo cambia la m por la L, J o Pa, respectivamente, y el procedimiento será el mismo. Puedes hacerlo con cualquier unidad.

Actividades de pasaje de unidades:

1. Convertir 150 metros a la unidad solicitada. Nota que hemos dejado la respuesta correcta en negrita a la derecha, de forma tal que puedas corroborar que has hecho las cuentas correctamente.

  • Kilómetros.               Rta: 0,15 km
  • Hectómetros.           Rta: 1,5 hm
  • Decámetros.             Rta: 15 dam
  • Decímetros.              Rta: 1500 dm
  • Centímetros.            Rta: 15.000 cm
  • Milímetros.            Rta: 150.000 mm

2. Realiza los siguientes cambios de unidades:

a) \( 2.10^{-5} m\) a hm.

b) \( 2,6.10^{4} hm \) a dm.

c) \( 2.10^{-5}\ dm^{2}\) a \( dam^{2}\) (Ayuda: recordar que \( 1m^{2}=100dm^{2}\) )

Mesografía Sugerida

NTICx en la escuela

En el portal Educ.ar del Ministerio de Educación de la Nación Argentina, podrás encontrar excelentes actividades propuestas sobre Unidades. Échale un vistazo en https://www.educ.ar/recursos/14536/magnitudes-y-unidades

La Doctrina de las 4 Causas de Aristóteles y la Mecánica Aristotélica.
aristoteles
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Aristóteles (Estagira, 384 a. C. – Calcis, 322 a. C)

La Doctrina de las 4 Causas de Aristóteles

Aristóteles pensó en que debemos conocer los principios de los seres naturales. Él reconoce cuatro causas primordiales del ser: material, formal (ambas intrínsecas, que constituyen al ser), eficiente y final (estas últimas extrínsecas, implican el devenir).

Lo material es aquello de lo cual algo nace o surge o se crea, como si de un soporte se tratara (puede ser madera, piedra, entre otros, por ejemplo el oro de una corona sería la materia).

Lo formal es la idea o paradigma de la que depende lo específico de cada ser, es decir, la esencia del objeto, o la esencia del ser (por ejemplo, la forma de la corona sería la causa formal). Esta causa determina la materia.

Lo eficiente es el principio del cambio o del movimiento (en el ejemplo de la corona, el hacedor de la misma –es decir, quien la realiza­­– es la causa eficiente). Por su parte, y por último, la causa final es aquel agente que produce un movimiento o cambio. Es la realidad o fin hacia el cual un ser se dirige. Es la meta de un ser (por ejemplo, la causa final es colocarse sobre la cabeza de un rey para mostrar su poder y riqueza, adornando su vestimenta).

Aristóteles

Aristóteles separa al universo en un mundo supralunar y un mundo sublunar; o sea, todo aquello que se halla por debajo de la luna, por un lado, y todo lo que se ubica por encima, por el otro.

Las características de ambos mundos son muy diferentes porque la observación que podemos tener de uno y otro mundo es muy distinta.

Por debajo de la luna observamos los cuatro elementos (aire, agua, tierra y fuego) mientras que por encima de la luna no observamos ninguno de ellos. Aristóteles dice que en el mundo supralunar únicamente hay éter, que correspondería, entonces, al quinto elemento.

La Doctrina de las 4 Causas de Aristóteles – Los cuatro elementos

El movimiento sublunar es muy variado, se dan todos los tipos de movimiento que Aristóteles describe (sustancial, cualitativo, cuantitativo y local) mientras que en el mundo supralunar sólo se identifican movimientos circulares perfectos. Según la teoría geocéntrica de Aristóteles las estrellas más lejanas giran alrededor de la tierra.


El primer motor inmóvil es un postulado que introduce Aristóteles con el fin de explicar que existe el movimiento en el cosmos. Este primer motor pondría todo en movimiento, sin que fuera movido por nada. 

POLÉMICAS HISTORIOGRÁFICAS: Postura whig y antiwhig

Polémicas historiográficas

Al ser la historiografía el registro escrito de la historia, fijado por la humanidad con la escritura de su pasado, debemos considerar primeramente que no puede ser objetiva, pues los intereses de quienes tuvieron y tienen en sus manos esta tarea tergiversan la relación relato-realidad.

Polémicas historiográficas.
La historiografía comprende, sin duda, un punto de vista meramente subjetivo, dado que la objetividad se torna imposible.

Además, cada período histórico se vio caracterizado por una corriente historiográfica particular, producto de la situación socioeconómica y política reinante en ese momento. Al observarla en retrospectiva, o comparativamente con otras corrientes, los criterios utilizados serían, como mínimo, diferentes. Estas discrepancias son las causas más notables de polémica historiográfica.

Postura whig y antiwhig

Las polémicas historiográficas son las siguientes:


Primero, existen dos posturas diferentes en la construcción de un relato histórico. Se denomina anacrónica o whig a la postura por la cual el pasado es precursor de la ciencia actual, y por otro lado se encuentra la postura antiwhig (o diacrónica o contextualista) por lo cual un relato histórico debe ser de utilidad propia, es decir interesar por sí mismo).

Segundo, se presenta la confrontación de considerar a la ciencia importante en cuanto a sus productos o en cuanto a la actividad misma. La polémica se genera cuando se analiza los factores contextuales: si son intelectuales (ideas filosóficas, estéticas o religiosas) que se pueden describir, se da lugar a la historia internalista (describen la historia de las ideas científicas); si son factores sociales (económicos o políticos), entonces la historia no se puede entender sin ellos, es decir la historia es externalista (describen la historia social de la ciencia).

Por último, se diferencian dos posturas ligadas al desarrollo de la ciencia a lo largo de la historia: para los continuistas no existen las revoluciones científicas, es decir el conocimiento es acumulativo; para los rupturistas sí existen, es decir hay rupturas trascendentes y existen las revoluciones científicas.

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Experimentación en animales: Ética científica puesto bajo la lupa

La experimentación en animales

Esther Díaz expone en “Los nuevos imperativos morales en la empresa económica posmoderna” (en Metodología de las ciencias sociales, Ed. Biblos, 1998) que en el terreno de la ética se pueden distinguir diferentes planos bien diferenciados, con el fin de analizar los alcances de esta rama de la filosofía. La ética aplicada (definida por la autora como “el nivel de la normativa concreta o moral propiamente dicha, donde se establece lo que se considera correcto de lo incorrecto”) será el plano que se dedicará a estudiar, por ejemplo, problemas éticos relacionados con la experimentación con animales en laboratorios y sus derechos como seres vivos.

Los animales de experimentación

Éste es el tema de interés científico que estudiaremos a partir de aquí en adelante. Norberto Barassi y otros, en “Ética en el uso de animales de experimentación” (Sociedad de Medicina Veterinaria, Argentina, 1996) escriben que los animales de experimentación son fundamentales en el engranaje de la biomedicina (lo describen como una “pieza fundamental”), “tanto en los proyectos de investigación como en las pruebas diagnósticas y en los controles de productos farmacológicos”. No obstante, los autores realizan una excelente descripción de los “hechos y valores” basándose en el progreso de los conocimientos biológicos y el perfeccionamiento de los medios de protección de la salud animal (así como humana).

experimentacion en animales
El ojo puesto sobre la experimentación en animales.

Grandes avances se hicieron en el marco legal argentino y mundial acerca de los estudios científicos ligados al uso de animales como si fueran meros “instrumentos de laboratorio”, sin derecho alguno. Sin embargo, la práctica continúa con un gran grado de libertad en la búsqueda de nuevos descubrimientos al borde de un conflicto ético entre los defensores de los derechos de los animales y los biólogos investigadores.

Sin ir más lejos, noticias recientes relacionadas con el transplante de células madres para la cura de enfermedades como el Parkinson, o la supresión de traumas en sectores específicos del cerebro a partir de sustancias específicas inyectadas suelen dejar a la luz (explícitamente) las pruebas y los ensayos hechos con vertebrados en las experimentaciones necesarias.

Una forma de afrontar las discusiones a favor y en contra de las temáticas que conllevan un análisis profundo y complejo, debido a las cuestiones puestas en juego, es contando con el apoyo de un gran número de personas capaces de hacer saltar el estudio de la problemática desde un nivel personal a un nivel nacional. Entonces, este análisis no podrá ser defendido (cualquiera sea la postura que se tome al respecto) por un solo individuo, sino en sociedad, donde las múltiples voces abrirán el campo reflexivo acorde a cómo debe ser llevada a cabo.

Así, un Estado puede debatir públicamente proyectos de ley que giren en torno a problemáticas complejas o una institución puede tomar decisiones de algún caso en particular, con el escudo del pensamiento racional y la ética filosófica, entre otras armas.


Cullen hace mención de la importancia del ser humano como ser social y no aislado en “El lugar del otro en la educación moral” (en Perfiles éticos-políticos de la educación, Paidós, 2004) diciendo que “hacerse cargo de las diferencias termina siendo la posibilidad de construir alternativas de convivencia que, en diferentes niveles, impliquen algún grado de comunicación y comunidad”, dejando en claro que la justicia y la responsabilidad de los actos y decretos tomados dependen de la convivencia ético-política y sus principios.

Muchas veces, los debates éticos tienen la tarea de proponer un cambio enfrentándose a costumbres y prácticas fuertemente arraigadas en la historia de la humanidad. Ya Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) y el reconocido médico romano Galeno (130 d.C. – 200 d.C.) habían experimentado en animales en edades tempranas para la filosofía y la ciencia médica.

En años más recientes, Pasteur (1822 – 1895) o Pavlov (1849 – 1936) hicieron sus grandes aportes a la biología y a la psicología valiéndose de vertebrados como ovejas y perros, respectivamente. ¿Se convierte esto, por lo tanto, en un obstáculo para los que decidimos dar batalla contra las atrocidades cometidas en laboratorios, cuando los resultados de las investigaciones están a la vista de todos, según argumentaría cualquier defensor de la práctica aberrante de usar animales cual si fuesen tubos de ensayos vivientes? Evidentemente, buscar otras formas de obtener conocimiento científico aumenta su grado de dificultad cuando la historia se encuentra a favor de los maltratos.

Sin embargo, cuando se logra la fuerza necesaria para institucionalizar un debate o llevar a niveles nacionales las problemáticas por las que se lucha, tornándolas mediáticas,  es más fácil que nuevas normas nazcan y deban ser respetadas (en el territorio del país donde los proyectos se transforman finalmente en ley, o bien universalmente con nuevos decretos impuestos a nivel mundial).

Y aquí, finalmente, se presenta un nuevo problema. ¿La universalización es lo correcto en todos los casos tratados? Acerca de esto, F. Haynes en Ética y Escuela (Ed. Gedisa, 2002) traslada sus pensamientos a las políticas escolares afirmando, tajante, que “cuando uno no universaliza, la prueba de las consecuencias se aplica meramente al acto específico y singular de uno mismo”. También explica que: “desde cuando uno universaliza, la prueba de las consecuencias se aplica a la norma de las propias acciones, y ésta es una norma que todos deben cumplir.”


La influencia de la comunidad médica y su buena organización hizo que en la historia fallaran muchísimas veces los esfuerzos para evitar la investigación con animales. Entrando recién la segunda mitad del Siglo XX, ciertos grupos alrededor del mundo fueron consiguiendo avances relevantes en cuanto a bioética y bienestar animal. Hoy en día, muchas naciones cuentan con actas estatales que defienden los derechos de los seres vivos y se prohíbe la práctica o se obliga a ser sustituida por otra.

Siempre que sea apropiado deberán utilizarse métodos como simulación por computadora, laboratorios virtuales, experimentaciones in vitro. “Toda manipulación de un animal que pueda causarle más que un dolor o una molestia momentáneos o mínimos deberá hacerse previa sedación, analgesia o anestesia adecuada según las prácticas veterinarias aceptadas”, narran Barassi y otros en sus escritos sobre bioética en el laboratorio.

La comunidad que lucha debe enfrentarse y defender su postura con un buen uso de la razón y la palabra para poder crear las normas y hacerlas cumplir. Haynes nuevamente retoma esto afirmando que “desde una perspectiva objetiva de la misma acción o intención, la persona avanza hacia una toma de decisiones racional, pasando para ello de las consecuencias de comportarse de una determinada forma a las consecuencias más conceptuales de contravenir o cumplir una norma”.

Ciertamente, la complejidad de cada debate es directamente proporcional a los diferentes temas tratados, su enfoque y sus consecuencias en la sociedad: eutanasia, fecundación in vitro, aborto, clonación, entre otros (como se ve, la mayoría gira en función de la medicina actual y sus alcances), requieren un grado de investigación, conciencia, raciocinio, reflexión y estudios estadísticos muy complejos que contará con diferentes y variadas posturas dentro de una misma nación.

Todas las posturas serán consideradas como válidas, en cuanto sus argumentaciones sean objetivamente razonables. Sin embargo, nuevamente entramos en conflicto, pues la cultura tiende a volver subjetivas muchas maneras de pensar. Será cada individuo el que deba discernir, con prudencia y buen juicio, su comprensión y concepción en cada postura, dispuesto a interiorizar las normas que se vayan construyendo a nivel social.

La experimentación en animales – Ensamble de Ideas – Copyright MMXXII


Prof. H. R. Gómez
 


 
Bibliografía

– BARASSI, Norberto y otros (1996): “Ética en el uso de animales de experimentación”. Sociedad de Medicina Veterinaria. Argentina. Disponible en:
http://www.medicinabuenosaires.com/revistas/vol56-96/5/animalesdexp.htm
– CULLEN C. (2004): “Perfiles éticos-políticos de la educación”. Buenos Aires. Paidós. (Segunda Parte. Cap. 7: “El lugar del otro en la educación moral”.)
– DÍAZ, E. (1998): “Los nuevos imperativos morales en la empresa económica posmoderna” en “Metodología de las ciencias sociales”. Buenos Aires. Ed. Biblos.
– HAYNES, F. (2002): “Ética y escuela”. Ed. Gedisa. Barcelona. (Introducción.)
– ESPINOZA, Ana María y otros (2009): “Enseñar a leer textos de ciencias”. Ed. Paidós. Buenos Aires. (Cap. 3: “El texto expositivo: interacciones sujeto-texto”).
– SUTTON, Clive (1997): “Ideas sobre la ciencia e ideas sobre el lenguaje” en Revista Alambique N° 12: Didáctica de las ciencias experimentales. Barcelona. Ed. Grao.