Experimentación en animales: Ética científica puesto bajo la lupa
La experimentación en animales
Esther Díaz expone en “Los nuevos imperativos morales en la empresa económica posmoderna” (en Metodología de las ciencias sociales, Ed. Biblos, 1998) que en el terreno de la ética se pueden distinguir diferentes planos bien diferenciados, con el fin de analizar los alcances de esta rama de la filosofía. La ética aplicada (definida por la autora como “el nivel de la normativa concreta o moral propiamente dicha, donde se establece lo que se considera correcto de lo incorrecto”) será el plano que se dedicará a estudiar, por ejemplo, problemas éticos relacionados con la experimentación con animales en laboratorios y sus derechos como seres vivos.
Los animales de experimentación
Éste es el tema de interés científico que estudiaremos a partir de aquí en adelante. Norberto Barassi y otros, en “Ética en el uso de animales de experimentación” (Sociedad de Medicina Veterinaria, Argentina, 1996) escriben que los animales de experimentación son fundamentales en el engranaje de la biomedicina (lo describen como una “pieza fundamental”), “tanto en los proyectos de investigación como en las pruebas diagnósticas y en los controles de productos farmacológicos”. No obstante, los autores realizan una excelente descripción de los “hechos y valores” basándose en el progreso de los conocimientos biológicos y el perfeccionamiento de los medios de protección de la salud animal (así como humana).
Grandes avances se hicieron en el marco legal argentino y mundial acerca de los estudios científicos ligados al uso de animales como si fueran meros “instrumentos de laboratorio”, sin derecho alguno. Sin embargo, la práctica continúa con un gran grado de libertad en la búsqueda de nuevos descubrimientos al borde de un conflicto ético entre los defensores de los derechos de los animales y los biólogos investigadores.
Sin ir más lejos, noticias recientes relacionadas con el transplante de células madres para la cura de enfermedades como el Parkinson, o la supresión de traumas en sectores específicos del cerebro a partir de sustancias específicas inyectadas suelen dejar a la luz (explícitamente) las pruebas y los ensayos hechos con vertebrados en las experimentaciones necesarias.
Una forma de afrontar las discusiones a favor y en contra de las temáticas que conllevan un análisis profundo y complejo, debido a las cuestiones puestas en juego, es contando con el apoyo de un gran número de personas capaces de hacer saltar el estudio de la problemática desde un nivel personal a un nivel nacional. Entonces, este análisis no podrá ser defendido (cualquiera sea la postura que se tome al respecto) por un solo individuo, sino en sociedad, donde las múltiples voces abrirán el campo reflexivo acorde a cómo debe ser llevada a cabo.
Así, un Estado puede debatir públicamente proyectos de ley que giren en torno a problemáticas complejas o una institución puede tomar decisiones de algún caso en particular, con el escudo del pensamiento racional y la ética filosófica, entre otras armas.
Cullen hace mención de la importancia del ser humano como ser social y no aislado en “El lugar del otro en la educación moral” (en Perfiles éticos-políticos de la educación, Paidós, 2004) diciendo que “hacerse cargo de las diferencias termina siendo la posibilidad de construir alternativas de convivencia que, en diferentes niveles, impliquen algún grado de comunicación y comunidad”, dejando en claro que la justicia y la responsabilidad de los actos y decretos tomados dependen de la convivencia ético-política y sus principios.
Muchas veces, los debates éticos tienen la tarea de proponer un cambio enfrentándose a costumbres y prácticas fuertemente arraigadas en la historia de la humanidad. Ya Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) y el reconocido médico romano Galeno (130 d.C. – 200 d.C.) habían experimentado en animales en edades tempranas para la filosofía y la ciencia médica.
En años más recientes, Pasteur (1822 – 1895) o Pavlov (1849 – 1936) hicieron sus grandes aportes a la biología y a la psicología valiéndose de vertebrados como ovejas y perros, respectivamente. ¿Se convierte esto, por lo tanto, en un obstáculo para los que decidimos dar batalla contra las atrocidades cometidas en laboratorios, cuando los resultados de las investigaciones están a la vista de todos, según argumentaría cualquier defensor de la práctica aberrante de usar animales cual si fuesen tubos de ensayos vivientes? Evidentemente, buscar otras formas de obtener conocimiento científico aumenta su grado de dificultad cuando la historia se encuentra a favor de los maltratos.
Sin embargo, cuando se logra la fuerza necesaria para institucionalizar un debate o llevar a niveles nacionales las problemáticas por las que se lucha, tornándolas mediáticas, es más fácil que nuevas normas nazcan y deban ser respetadas (en el territorio del país donde los proyectos se transforman finalmente en ley, o bien universalmente con nuevos decretos impuestos a nivel mundial).
Y aquí, finalmente, se presenta un nuevo problema. ¿La universalización es lo correcto en todos los casos tratados? Acerca de esto, F. Haynes en Ética y Escuela (Ed. Gedisa, 2002) traslada sus pensamientos a las políticas escolares afirmando, tajante, que “cuando uno no universaliza, la prueba de las consecuencias se aplica meramente al acto específico y singular de uno mismo”. También explica que: “desde cuando uno universaliza, la prueba de las consecuencias se aplica a la norma de las propias acciones, y ésta es una norma que todos deben cumplir.”
La influencia de la comunidad médica y su buena organización hizo que en la historia fallaran muchísimas veces los esfuerzos para evitar la investigación con animales. Entrando recién la segunda mitad del Siglo XX, ciertos grupos alrededor del mundo fueron consiguiendo avances relevantes en cuanto a bioética y bienestar animal. Hoy en día, muchas naciones cuentan con actas estatales que defienden los derechos de los seres vivos y se prohíbe la práctica o se obliga a ser sustituida por otra.
Siempre que sea apropiado deberán utilizarse métodos como simulación por computadora, laboratorios virtuales, experimentaciones in vitro. “Toda manipulación de un animal que pueda causarle más que un dolor o una molestia momentáneos o mínimos deberá hacerse previa sedación, analgesia o anestesia adecuada según las prácticas veterinarias aceptadas”, narran Barassi y otros en sus escritos sobre bioética en el laboratorio.
La comunidad que lucha debe enfrentarse y defender su postura con un buen uso de la razón y la palabra para poder crear las normas y hacerlas cumplir. Haynes nuevamente retoma esto afirmando que “desde una perspectiva objetiva de la misma acción o intención, la persona avanza hacia una toma de decisiones racional, pasando para ello de las consecuencias de comportarse de una determinada forma a las consecuencias más conceptuales de contravenir o cumplir una norma”.
Ciertamente, la complejidad de cada debate es directamente proporcional a los diferentes temas tratados, su enfoque y sus consecuencias en la sociedad: eutanasia, fecundación in vitro, aborto, clonación, entre otros (como se ve, la mayoría gira en función de la medicina actual y sus alcances), requieren un grado de investigación, conciencia, raciocinio, reflexión y estudios estadísticos muy complejos que contará con diferentes y variadas posturas dentro de una misma nación.
Todas las posturas serán consideradas como válidas, en cuanto sus argumentaciones sean objetivamente razonables. Sin embargo, nuevamente entramos en conflicto, pues la cultura tiende a volver subjetivas muchas maneras de pensar. Será cada individuo el que deba discernir, con prudencia y buen juicio, su comprensión y concepción en cada postura, dispuesto a interiorizar las normas que se vayan construyendo a nivel social.
La experimentación en animales – Ensamble de Ideas – Copyright MMXXII
Prof. H. R. Gómez
Bibliografía